Jaime Sabines
Poeta y ensayista mexicano nacido en Tuxtla Gutiérrez. (1926-1999).
Se radicó en Ciudad de México
desde 1949 cuando inició sus estudios de Filosofía y Letras. Aunque escribió
sus primeros poemas antes de los dieciocho años, fue allí en la universidad
donde publicó «Horal» a la edad de veintitrés años. Un recuento de sus poemas
fue publicado por la UNAM en 1962. En 1965 tras su visita a Cuba para servir
como jurado del Premio Casa de las Américas, sufrió un gran desencanto con las
tendencias izquierdistas, sentimiento que dejó plasmado en su libro «Yuria»
publicado en 1967. Su obra tiene un marcado acento informal que lo convierte en
un poeta de todos los tiempos. Su prosa vehemente y su verso sentido y
sensual, nos hacen viajar por un mundo de realidades vividas.
En 1985 recibió el Premio Nacional de Ciencias y
Artes. En 1986, con motivo de sus sesenta años, fue homenajeado por
la UNAM y el INBA. Ese mismo año el Gobierno del Estado de Tabasco le entregó
el Premio Juchimán de Plata.
En 1991, el Consejo Consultivo
le otorgó la Presea Ciudad de México
y en 1994 el Senado de la República lo condecoró con la medalla Belisario Domínguez. Por su libro «Pieces of Shadow» («Fragmentos
de sombra»), antología de su poesía traducida al inglés y editada en edición bilingüe, obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura
1996.
Tras una larga enfermedad falleció en Ciudad de México en 1999.
Obra:
Horal (1950)
La señal (1951)
Adán y Eva (1952)
Tarumba (1956)
Diario semanario y poemas en prosa (1961)
Poemas sueltos (1951-1961)
Yuria (1967)
Tlatelolco (1968)
Maltiempo (1972)
Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973)
Otros poemas sueltos (1973-1994)
Nuevo recuento de poemas (1977)
Los amorosos: cartas a Chepita (2009).
Sobre su obra:
Sabines era un escritor
intelectual y hábil, y en su poesía combinaba un estilo moderno con un estilo
familiar y realista. La lengua que usaba en sus poemas era musical y vívida en
imágenes. Su estilo de escribir era disperso y desolado, pero era claro
también. A los mexicanos les encantaba por su sencillez de carácter, su
iluminación de pensamiento, y su firmeza de convicción.
Sabines usaba la poesía para
desencadenar sus emociones, como la frustración y la decepción, y para vengarse
de un mundo cruel e injusto. Muchos de sus poemas son rebeldes o violan los
tabús. Muchos son espontáneos con percepciones abruptas. Demuestran las
emociones claras con un estilo excelente.
A Sabines se le tiende el
reconocimiento sobre su desmedido compromiso y convicción al crear literatura
sin perder la tesitura de haber sido un hombre del pueblo, un hombre convertido
en escritor que no pretendía crear un estilo rebuscado, Sabines irradia en su
metáfora la cándida sencillez del vocablo común de la gente, del pueblo que lo
vio nacer, crecer y trascender. Un poeta que no pretendía encasillarse en la
academia, un poeta que no buscaba ni un segundo en dejar cabos sueltos al
lector. Sabines nunca procuró mostrar laberintos mezclados de acertijos e
interrogantes, al contrario siempre estuvo comprometido con la sensibilidad
empática de lo simple, de lo cotidiano, aunque cabe destacar que el lenguaje
siempre fue manejado con una auténtica tonalidad magistral, con una metáfora
fluida, concisa y clara.
Por ello es que el poeta
siempre ha sido alardeado por sus lectores del pasado, del presente e incluso
del futuro. Uno de los escritores de mayor vulgo entre la sociedad.
Jaime Sabines “No es que muera
de amor”:
Jaime Sabines “Te quiero a las
diez de la mañana”:
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