Gustavo Sainz
Narrador, ensayista y guionista, nació en la Ciudad de México el 13 de julio de 1940.
Estudió Leyes y Letras Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM). Fue director de las revistas Claudia y Caballero. Fundó las
revistas Eclipse y Audacia. Asesor editorial de la Secretaría de Educación
Pública (1976-1979); fundador de la Colección SepSetentas y el calendario Ramón
López Velarde. Profesor en la UNAM (1972-1977). Jefe del Departamento de
Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
(1975-1977). Director literario de la editorial Grijalbo. Director del
Departamento de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (1977-1981).
Es investigador y profesor de literatura española en la Universidad de
Nuevo México, en Alburquerque, desde 1982, además de profesor de literatura en
la Universidad de Bloomington, Indiana.
Dentro de su obra sobresalen: Antología de la poesía erótica
(Orientación, 1972), Jaula de palabras. Una antología de la nueva narrativa
mexicana (Grijalbo, 1980), Corazón de palabras (Cuentos eróticos, Grijalbo,
1981), Los mejores cuentos mexicanos (Barcelona, Océano, 1984); Gustavo Sáinz.
Autobiografía. Nuevos escritores mexicanos del Siglo XX presentados por sí
mismos (Empresas editoriales, 1996); Autorretrato con amigos (Ensayo, 1967).
Novelas: Gazapo (Joaquín Mortiz, 1965), Obsesivos días circulares
(Joaquín Mortiz, 1969), La princesa del Palacio de Hierro (Joaquín Mortiz,
1974), Compadre lobo (Grijalbo, 1976), Ojalá mueras y otras novelas clandestinas
mexicanas (Barcelona, Océano, 1982), Fantasmas aztecas (Grijalbo, 1982), Paseo
en trapecio (Edivisión, 1985), Muchacho en llamas (Grijalbo, 1987), A la salud
de la serpiente (Grijalbo, 1991), Retablo de inmoderaciones y heresiarcas
(Joaquín Mortiz, 1992), La muchacha que tenía la culpa de todo (Monterrey,
Castillo, 1995), Salto del tigre blanco (Joaquín Mortiz, 1996), Quiero escribir
pero me sale espuma (Plaza & Janés, 1997) y Con tinta sangre del corazón
(Plaza & Janés, 2000).
A lo largo de su trayectoria como creador ha recibido varios
reconocimientos: Becario del Centro Mexicano de Escritores (1962-1963); Beca de
la Fundación Ford 1968; Premio Xavier Villaurrutia 1974, por La princesa del
Palacio de Hierro; Beca de la Fundación John Simon Guggenheim, 1974; Beca de la
Fundación Tinker, 1981 y Beca del National Endowment for the Arts, 1983.
Dentro de las preferencias culturales del escritor Gustavo Sáinz, el
cine tiene un lugar destacado:
“Como soy un coleccionista paranoico, he cubierto muchas áreas del cine verdaderamente completas. Y esto se refleja en mi trabajo narrativo. Por ejemplo La princesa del Palacio de Hierro quería que tuviera un ritmo de película de acción tras acción, sin parar nunca, además de acciones sin objetivo, finalidades sin fin, digamos. Nadie se ha fijado en este aspecto de la novela, pero el ritmo de ella está marcado por el cine mudo norteamericano, por las comedias norteamericanas, principalmente de Harold Lloyd y Buster Keaton. Luego sigo viendo películas y me siguen influyendo, continúo pensando por imágenes. Constantemente sufro entre si me lanzo a hacer una película o no me lanzo, o mejor sigo siendo nada más escritor. (…)
“Como soy un coleccionista paranoico, he cubierto muchas áreas del cine verdaderamente completas. Y esto se refleja en mi trabajo narrativo. Por ejemplo La princesa del Palacio de Hierro quería que tuviera un ritmo de película de acción tras acción, sin parar nunca, además de acciones sin objetivo, finalidades sin fin, digamos. Nadie se ha fijado en este aspecto de la novela, pero el ritmo de ella está marcado por el cine mudo norteamericano, por las comedias norteamericanas, principalmente de Harold Lloyd y Buster Keaton. Luego sigo viendo películas y me siguen influyendo, continúo pensando por imágenes. Constantemente sufro entre si me lanzo a hacer una película o no me lanzo, o mejor sigo siendo nada más escritor. (…)
Entonces, yo por eso no hago cine, pero estoy muy cerca de los que lo
hacen”. (Sufro entre si me lanzo a hacer una película o mejor sigo siendo nada
más escritor: Gustavo Sáinz. Por César Güemes/I. El Financiero. Sección
Cultural, 18 de marzo de 1996. P. 82).
Su obra:
- Gazapo, 1965
- Obsesivos días circulares
- La princesa del Palacio de
Hierro, 1974
- Compadre Lobo, 1977
- Fantasmas aztecas, 1982
- Paseo en trapecio
- Muchacho en llamas, 1988
- Retablo de heresiarcas e
inmoderaciones
- A la salud de la serpiente
- A troche y moche, 2002
Gustavo Sains sobre
su obra Gazapo:
En ella narro dos historias. En la primera un
adolescente que rompe con su primer ambiente (la familia) trata de adaptarse a
un segundo (los amigos, la vida en soledad, las aventuras de soltero). Fracasa
en el intento. Entre él y sus amigos media un vacío abismal. Se deja entrever
que en el amor encontraría cierta felicidad, pero para él, amor es conquista.
La segunda historia, atada por completo a la primera, es la crónica desenfadada
de una seducción. Con Menelao y Gisela creo un curioso e ingenuo clima erótico.
Los muevo más en el terreno de las posibilidades que en el real de los hechos.
El narrador de la novela es Menelao, el protagonista principal. Utiliza todas las personas gramaticales para llevar a cabo su cometido. La presencia de una grabadora y de varias cintas grabadas permite desarrollar la historia en varios planos y, también que los personajes pueden leer, o mejor dicho oír, sus propias aventuras. Y detener, fijar, paralizar, fotografiar estas aventuras de manera que uno pueda moverlas en el tiempo y cambiarlas de sitio en el orden de la historia, aunque esta vicisitud se presenta nada más como posibilidad.
En Gazapo nada parece suceder directamente, y todos los testimonios son oblicuos. Es decir: el lector conoce los hechos después de tres o cuarto rebotes. A veces los hechos dan la impresión de estar sucediendo, y no es verdad: se trata de cintas magnetofónicas que suplantan a la acción.
En todos los casos, los sucesos del mundo exterior apenas parece herir la conciencia de los personajes. Por otra parte, su mundo interior, cuando existe es hosco. Generalmente es nulo, y excepto Menelao ningún otro personaje se permite pensar. Quiero decir pensar como reflexión, porque en rigor el acto de hablar presupone la acción pensante, por llamarla así.
Aunque los límites no se precisan en el texto, la novela transcurre en una semana, de viernes a viernes. Un truco narrativo permite que el narrador esté situado en un punto fijo desde el cual domina este periodo. El punto fijo es el lunes, casi el centro de la semana viernes-viernes. Hacia el primer viernes. Menelao maneja un tiempo real. Hacia el segundo, se complica al hablar de un tiempo creado, lleno de posibilidades y variantes. En esta segunda parte de la novela todo sucede muchas veces. Es el reino de la contingencia, el dominio de la hipótesis. La abuelita de Menelao, por ejemplo, muere de cinco diferentes maneras. Una vista de Menelao y Gisela al departamento sufre muchas variantes y conduce siempre a diferentes desenlaces. En esta parte ningún conflicto se resuelve, es un poco la zona del sueño, y el soñador, siempre en peligro de muerte, despierta a tiempo para salvarse. A lo largo de la novela, cada capítulo anula en cierta forma a los anteriores y en forma definitiva al inmediato anterior.
En Gazapo abunda lo anecdótico. En un primer núcleo de anécdotas fatigo lugares comunes de adolescencia: el desequilibrio familiar, el divorcio de los padres y a convivencia con una madrastra a la que por tradición se odia, la huida de casa. . . En el segundo núcleo se narran cosas a la mayor brevedad y velocidad posibles. Las aventuras presentes y los recuerdos apenas están enunciados. Al no desarrollarlas por completo, atiborro el texto de sucesos innumerables y hago creer a algún lector desprevenido que no he aprovechado correctamente el material. Todo esto me permite depreciar el mundo anecdótico, sin prescindir de él.
El narrador de la novela es Menelao, el protagonista principal. Utiliza todas las personas gramaticales para llevar a cabo su cometido. La presencia de una grabadora y de varias cintas grabadas permite desarrollar la historia en varios planos y, también que los personajes pueden leer, o mejor dicho oír, sus propias aventuras. Y detener, fijar, paralizar, fotografiar estas aventuras de manera que uno pueda moverlas en el tiempo y cambiarlas de sitio en el orden de la historia, aunque esta vicisitud se presenta nada más como posibilidad.
En Gazapo nada parece suceder directamente, y todos los testimonios son oblicuos. Es decir: el lector conoce los hechos después de tres o cuarto rebotes. A veces los hechos dan la impresión de estar sucediendo, y no es verdad: se trata de cintas magnetofónicas que suplantan a la acción.
En todos los casos, los sucesos del mundo exterior apenas parece herir la conciencia de los personajes. Por otra parte, su mundo interior, cuando existe es hosco. Generalmente es nulo, y excepto Menelao ningún otro personaje se permite pensar. Quiero decir pensar como reflexión, porque en rigor el acto de hablar presupone la acción pensante, por llamarla así.
Aunque los límites no se precisan en el texto, la novela transcurre en una semana, de viernes a viernes. Un truco narrativo permite que el narrador esté situado en un punto fijo desde el cual domina este periodo. El punto fijo es el lunes, casi el centro de la semana viernes-viernes. Hacia el primer viernes. Menelao maneja un tiempo real. Hacia el segundo, se complica al hablar de un tiempo creado, lleno de posibilidades y variantes. En esta segunda parte de la novela todo sucede muchas veces. Es el reino de la contingencia, el dominio de la hipótesis. La abuelita de Menelao, por ejemplo, muere de cinco diferentes maneras. Una vista de Menelao y Gisela al departamento sufre muchas variantes y conduce siempre a diferentes desenlaces. En esta parte ningún conflicto se resuelve, es un poco la zona del sueño, y el soñador, siempre en peligro de muerte, despierta a tiempo para salvarse. A lo largo de la novela, cada capítulo anula en cierta forma a los anteriores y en forma definitiva al inmediato anterior.
En Gazapo abunda lo anecdótico. En un primer núcleo de anécdotas fatigo lugares comunes de adolescencia: el desequilibrio familiar, el divorcio de los padres y a convivencia con una madrastra a la que por tradición se odia, la huida de casa. . . En el segundo núcleo se narran cosas a la mayor brevedad y velocidad posibles. Las aventuras presentes y los recuerdos apenas están enunciados. Al no desarrollarlas por completo, atiborro el texto de sucesos innumerables y hago creer a algún lector desprevenido que no he aprovechado correctamente el material. Todo esto me permite depreciar el mundo anecdótico, sin prescindir de él.
Blog de Gustavo Sainz:
Gustavo Sainz sobre su novela
Gazapo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario