- VidaOctavio Paz nació el 31 de marzo de 1914 en tiempo de la Revolución Mexicana. Fue criado en Mixcoac, una población cercana que ahora forma parte de la ciudad de México. Lo cuidaron su madre, Josefina Lozano, su tía Amalia Paz Solórzano y su abuelo paterno, Ireneo Paz (1836-1924); este un soldado retirado de las fuerzas de Porfirio Díaz, intelectual liberal y novelista. Su padre, Octavio Paz Solórzano (1883-1936), el menor de siete hermanos, trabajó como escribano y abogado para Emiliano Zapata; estuvo involucrado en la reforma agraria que siguió a la Revolución, fue diputado y colaboró activamente en el movimiento vasconcelista.2 3 4Todas estas actividades provocaron que el padre se ausentara de casa durante largos periodos.Su educación se inició en los Estados Unidos, en donde Paz Solórzano llegó en octubre de 1916 como representante de Zapata.5 Regresaron a México casi cuatro años más tarde, en 1920, con su padre, que se retiró de la política en 1928 y, en 1936, murió en la colonia Santa Marta Acatitla como consecuencia de un accidente ocasionado por su embriaguez.[cita requerida] Después de la muerte de su padre, se trasladó a España para combatir en el bando republicano en la guerra civil, y participó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Al regresar a México fue uno de los fundadores de Taller (1938) y El Hijo Prodigo.Estudió en el Colegio Williams, ubicado en Benito Juárez, la preparatoria en el Colegio Francés Morelos (hoy Centro Universitario México) en la ciudad de México, y la licenciatura en las facultades de Derecho, Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).Finalizados sus estudios universitarios de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1937, viaja a Yucatán como miembro de las misiones educativas del Gral. Lázaro Cárdenas en una escuela para hijos de obreros y campesinos de Mérida. Ahí comenzó a escribir Entre la piedra y la flor(1941, revisado en 1976), poema sobre la dramática explotación del campo y el campesino yucateco. Estuvo casado con Elena Garro (1938 - 1959), con quien tuvo una hija, Laura Helena. En 1959 se unió a Bona Tibertelli de Pisis, con quien convivió hasta 1965, mientras era embajador de México en la India. Al año siguiente contrajo matrimonio con Marie José Tramini, su compañera hasta el final.Premios
- Premio Xavier Villaurrutia 1957 por El arco y la lira.
- Miembro de El Colegio Nacional a partir del 1 de agosto de 1967.
- Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 1977.
- Premio Jerusalem 1977
- Premio Ollin Yoliztli 1980
- Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Harvard 1980
- Premio Cervantes 1981
- Premio Internacional Neustadt de Literatura 1982
- Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán 1984
- Premio Internacional Alfonso Reyes 1985
- Premio Mazatlán de Literatura 1985 por Hombres en su siglo
- Premio Internacional Menéndez Pelayo 1987
- Premio Nobel de Literatura 1990
- Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 1993 a su revista Vuelta
- Miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua a partir del 26 de agosto de 1997
- Premio Nacional de Periodismo de México 1998 en reconocimiento a su trayectoria.
Paz y su siglo
El historiador y ensayista Enrique Krauze, uno de los más avanzados discípulos de Octavio Paz, lo ha definido como hombre de su siglo. Esta definición, aplicable a más de uno de los intelectuales del siglo XX, puede entenderse en varias formas; como hombre cuya vida inicia y termina en este período o bien, como un intelectual que dedicó su esfuerzo reflexivo y creador a escribir sobre el siglo XX y los hombres y mujeres que lo habitaron; o, también, como un crítico que analiza con elementos perspectivos de este siglo las creaciones de siglos anteriores. Para el caso de Octavio Paz caben estas tres posibilidades interpretativas de la definición de Krauze, puesto que vivió y nació en este siglo, también dedicó la mayor parte de su obra reflexiva crítica (con excepciones como el libro “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”, y sus ensayos sobre algunos clásicos como “Quevedo”), a ensayar sobre temas y personajes de este siglo; y, asimismo, a reflexionar, con la mirada del Siglo XX, sobre acontecimientos y autores del pasado.
La posición crítica de Octavio Paz, equilibrada entre la tradición y la ruptura, se presenta para algunos autores como el arquetipo intelectual de este período. Como ejemplo de esta visión está la española Fanny Rubio, para quien Octavio Paz es el gran intelectual, sin par en su momento, en lengua española; en contrapunto, para otros autores como el mexicano Antonio Alatorre, Paz representa el prototipo del antiintelectual, más preocupado por su persona que por su pensamiento.
A partir de su ensayo “El laberinto de la soledad”, publicado al mediar el siglo, Octavio Paz se convierte en una voz buscada y escuchada en México. Pero su obra no se inicia en los años cincuenta del siglo XX, sino antes.
Si hemos de atender a sus palabras, Octavio Paz escribe poesía desde niño y reflexiones de tipo ensayístico desde la adolescencia. Un recorrido a través de su obra necesariamente habría que dividirlo en varias etapas y géneros. En cuanto a las primeras, deben considerarse las etapas juveniles en las que gravita alrededor de revistas literarias como “Barandal” y “Taller”, y, en su madurez, en publicaciones como el suplemento cultural “Plural” (del periódico “Excélsior”) y la revista “Vuelta”, de la que fue su fundador y director hasta el final.
En cuanto a los géneros literarios, su obra se desarrolla en la poesía y el ensayo. Escribió una pieza teatral, “La hija de Rappacinni”, que el propio Paz denomina como "poema dramático".
Ideas de Paz sobre la poesía
El poema, dice Paz, es un objeto de lenguaje, una constelación de signos, capaz de proyectar al lector a la experiencia de la poesía, que es un reencuentro con la unidad original de la que ha sido expulsado el hombre. El tiempo primordial encarna en un instante y entonces la sucesión en la que el hombre está atrapado se convierte en un presente puro que lo alimenta y transmuta. De esta manera se entiende que Paz haga una diferencia entre poesía y poema: hay paisajes, personas y hechos en los que puede haber poesía sin que por ello haya poema. Por otra parte, si la experiencia poética es eminentemente individual, simultáneamente es colectiva, pues Paz la conecta con sus orígenes: la fiesta y sus relaciones con lo sagrado. La experiencia poética sucede dentro de la comunidad que, en sus ritos, repite los mitos fundadores (regreso al origen inocente), pero sucede también de una manera personal, como un encuentro con la otredad, como una revelación, es decir, como una experiencia religiosa. Lo sobrenatural, la religión, el amor y la poesía permiten al hombre salir de sí mismo y ser otro.
Paz complementa su visión de la poesía con un rasgo existencialista en el que nos indica que la poesía, como la religión, parte de la situación humana original: el saberse arrojado en el mundo hostil e indiferente y atrapado en la temporalidad y en la finitud. En este panorama, no extraña que Paz sitúe al poeta entre el mago y el místico. Del primero toma su conocimiento del principio de la analogía --que lo pone en contacto con el cosmos estableciendo relaciones entre todos los seres-- y rechaza su afán de dominio; del segundo recoge su espíritu de comunión, desechando su búsqueda de la soledad. La poética de Paz tiene un punto de inflexión que coincide en fechas con su propuesta de una “vanguardia silenciosa”. Deja de centrarse en la visión antropológica de la creación artística, enfatizando ahora el aspecto material del lenguaje. De ahí su mayor acercamiento a Mallarmé y a Duchamp y su propuesta de que "el poeta no se sirve de las palabras. Es su servidor". A partir de entonces, la poesía de Paz oscila armoniosamente entre su vena mágica y su vena formal, entre el poema como puente hacia el instante de comunión y como máquina de signos conciente de su funcionamiento.
El interés de la poesía de Paz radica principalmente en su carácter de vanguardia renovadora, en la fusión de tradiciones occidentales y orientales, en su manejo del erotismo como fenómeno que se da no sólo en el cuerpo sino en el mundo y en el texto, en su vinculación y proyección internacional y en el especial momento en que surgió en la cultura mexicana resolviendo, a su manera, el impasse entre la poesía pura, identificada con el grupo de Contemporáneos, y la poesía comprometida con dar una respuesta a la historia y a la sociedad.
Paz es un poeta exigente que se obliga a ir mucho más allá del instante de inspiración, (instante poético, ideal de Breton). Aunque su poesía coincida en muchos puntos con el surrealismo Paz pretende vivir con intensidad la experiencia poética para recuperar la totalidad de ella. El hombre busca la reconciliación de su cuerpo con su alma y de ésta con Dios a través de la poesía; y como el vehículo de la poesía es la palabra, en ella cifra Paz la magia y el encanto de lo poético. Ante la angustia de existir, Paz encuentra en la poesía una manera de trascender, de perdurar más allá de las limitantes estrechas de nuestra vida: "el poema es el signo más puro de ese continuo trascenderse, de ese permanente imaginarse. El hombre es imagen porque se trasciende."
Su poesía asimila características distintivas de la tradición, en particular el fragmentarismo, la simultaneidad, la supresión de nexos sintácticos, el lenguaje conversacional, el poema extenso, el resquebrajamiento de la imagen del mundo y la incorporación de la historia en el poema.
Laberinto de la Soledad
El laberinto de la soledad es un libro publicado en 1950 por el escritor mexicano Octavio Paz (ganador del Premio Nobel de Literatura).
El laberinto de la soledad es el reflejo de la preocupación de Octavio Paz en torno al mexicano y su psicología, al mexicano y su moralidad. Paz, en esta obra, busca cuáles son los orígenes y las causas del comportamiento del mexicano tanto individualmente como colectivamente, así como su forma de afrontar y desafiar al mundo; búsqueda que desemboca en el inconsciente, como origen y causa de su conducta. El propósito de esta obra es encontrar una identidad para los mexicanos, el argumento central del autor es que los eventos históricos de México tienen una influencia significativa en los sentimientos de soledad e inferioridad que han caracterizado a dicha sociedad.
Consta de nueve ensayos:
- "El pachuco y otros extremos"
- "Máscaras mexicanas"
- "Todos santos, día de muertos"
- "Los hijos de la Malinche", donde expone su disertación sobre La Chingada
- "Conquista y Colonia"
- "De la Independencia a la Revolución"
- "La inteligencia mexicana"
- "Nuestros días" y
- "Apéndice. La dialéctica de la soledad"
En ediciones posteriores del libro el propio autor añadió su "Postdata", basado en la conferencia que sobre el mismo tema presentó el 30 de octubre de 1969 en la Universidad de Texas. Dicha postdata incluye los siguientes apartados:
- "Olimpiada y Tlatelolco"
- "El desarrollo y otros espejismos"
- "Crítica de la pirámide"
La "Vuelta a El laberinto de la soledad" presenta la entrevista que el autor concedió a Claude Fell, publicada en el número 50 de la revista Plural (noviembre de 1975).
"El desconocimiento de la Historia de México, el negarla, el asociarla con una historia de fracasos, de violaciones, de derrotas y de proyectos fallidos hace que el mexicano se pierda en un laberinto de soledad. Para superar este trauma y esta crisis de identidad no se debe copiar otras culturas, pues el sentimiento de inferioridad será evidente para el resto del mundo y también arrancará las raíces y matará a la herencia mexicana. Los mexicanos deben conocer y comprender su historia para entender su presente, deben escapar de su soledad y definir su identidad. Para que el mexicano salga de su laberinto de soledad tiene que arrojar las máscaras que cubren su rostro y convertirse en dueño de sí mismo. Evidentemente la autenticidad convergerá en emancipación y legitimidad" José Arturo Salcedo Mena.
El laberinto de la soledad parte de una opinión trágica e irrevocable: en el ser mexicano está presente, aun después de muchas generaciones, el hecho de que se trata de un pueblo surgido de una violación. Dice Octavio Paz: "En todas sus dimensiones, de frente y de perfil, en su pasado y en su presente, el mexicano resulta un ser cargado de tradición que, acaso sin darse cuenta, actúa obedeciendo a la voz de la raza..."
En esta obra, Octavio Paz realiza un análisis de la psicología y actuar del mexicano a través de las etapas históricas más sobresalientes; la conquista y la colonia, la reforma, la revolución y la época contemporánea, señala que el mexicano, una vez consumada la conquista, se encuentra huérfano, teniendo que volver a la naturaleza para llenar ese vacío generado por la destrucción de sus dioses, sus templos, su creencia; su ser. El mexicano no adopta al Dios traído por los españoles, se deja adoptar por él.
Según el narrador y ensayista mexicano Enrique Serna (1959-), el diagnóstico que hace en este libro Paz del mexicano "es duro y a veces cruel, pero no pesimista, pues viene acompañado de un llamado a la acción: 'La historia tiene la realidad atroz de una pesadilla; la grandeza del hombre consiste en hacer obras hermosas y durables con la sustancia real de esa pesadilla. O dicho de otro modo: transfigurar la pesadilla en visión, liberarnos, así sea por un instante, de la realidad disforme por medio de la creación.' En momentos de baja autoestima, un lectura ontológica del Laberinto podría contribuir a fomentar la apatía ciudadana, pues las dos actitudes que Paz sometió a crítica, la del chingón y la del agachado, mantienen una desoladora vigencia... El imperio de los chingones terminará cuando los agachados dejen de admirarlos, pero mientras tanto ambos bandos colaboran en la destrucción del país.
Video de su vida y obra...